sábado, noviembre 26, 2005

movimiento

¿Y si me fugo?
¿Y si huyo?
¿Y si boto todo y simplemente me largo? Fuera, lejos, distante, pero siempre cercana.
A un lugar todavía no inventado.
Un mundo sin concebir; aún así colorido, saboreable.
Qué tal que doy un paso, lo sigo con otro, y otro, y otro...
--- la moción genera emoción.

jueves, noviembre 17, 2005

Tercera y cuasisofisticada lista

Bueno, la motivación fue mucha, jaja... Primero, la Licha reclama por la poca sofisticación de mi tan ociosa lista de las siglas y ayer viendo mi nueva serie de culto la buena Dra. Lewis sugirió algo que siempre he creído: el sentido del olfato es más agudo que el de la vista, pues tiene mucho más conexión con la memoria. O sea que es más fácil olvidar algo que viste que algo que oliste... y eso siempre me ha pasado. Así que, esta es una lista de olores más apreciados y en algunos casos, tiene que ver con aquello que evocan:

1. La tierra mojada. Preferentemente justo antes de llover o justo después.
2. El buen cloro (pero en albercas techadas)
3. El olor de un bolillo caliente. Me transporta inmediatamente a la cocina de mi primer casa.
4. El aroma del ponche me recuerda las posadas en la escuela.
5. Las bolsas de papel café (las gringas brownbags) tienen un olor que siempre me ha molestado pero me recuerda al verano de 1994 --> ¡muy buen verano!
6. Un auto nuevo
7. Las páginas nuevas de un libro al hojearlo
8. El olor de los pinos me recuerda pasar por la carretera México-Cuernavaca, casi llegando a Cuerna... mejor si es de noche/madrugada.
9. El perfume Hugo de hombre siempre me recuerda a mi papá aunque no lo usa ya.
10. El café con leche... mmmm... y me lleva siempre a Madrid.
11. El jugo de naranja de esos concentrados y obviamente saturados de pintura me recuerda a Dorados y las competencias en que los consumíamos en demasía.
12. Uy, el olor del pozole (se me hizo agua la boca) es de los más ricos que hay... He aquí la magia de los olores, generan no sólo recuerdos sino sensaciones.
13. Hay una pintura, no sé bien cuál hasta que toca mi nariz, que me recuerda un momento en que llegué a la que sería mi última casa en el D.F., me recargué en la ventana (en realidad, me subí a la cornisa) y observé desde ahí el jardín y lo que sería una nueva vida...
14. El olor de la miel de piloncillo, me recuerda mucho al zócalo de Tlalpan e ir a buscar buñuelos afuera de la iglesia. Creo que esos eran de los mejores días del año.
15. El azerrín me recuerda mucho un despacho en el que trabajó mi papá muchos años. El sitio era un misterio para mí pues tenía entradas y cuartos que me parecían escondidos. Era un lugar con poca luz al entrar, con sonidos llenos de eco y que siempre encerró cosas interesantes.


Es lo que por el momento se me viene a la cabeza. Con el ejercicio me di cuenta que son también colores, sabores los que me generan ideas... no sé, hay muchas cosas que nos componen por sensaciones o impresiones aparentemente insignificantes.

domingo, noviembre 13, 2005

Del fondo del cajón...

- Hace unos días me topé con este texto, gracias a que la Rosky lo requirió. Lo rescato aquí. -
*

Salvador Dalí, genio de la pintura y la locura; creador y alucinador; mitómano y adicto a la realidad, ideó el remedio perfecto para los problemas de cualquier ser humano agobiado por su entorno. Iniciamos la auscultación –adquiramos los aditamentos necesarios: un poco de astucia y decisión-, se pide ante todo, honestidad en las respuestas. Dígame, “¿sufre usted tristeza intelectual periódica? ¿Depresión estética, fatiga, aversión hacia la vida, depresión maniaca, mediocridad congénita, imbecilidad gelatinosa, piedras de diamantes en los riñones, impotencia o frigidez?”[1] La respuesta, Dalinal, la chispa artificial que logra estimular su ánimo de nuevo.

¿Cuántas veces al año experimenta usted diatribas generadoras de altos grados de bilis? ¿Es frecuente la presencia de dolores de cabeza generados por hartazgo y cansancio? ¿Experimenta regularmente el rechazo de su propia mente ante la reflexión? ¿Carece usted de elementos de autenticidad? ¿Es posible que sea usted un caso de fracaso autoinducido?

¿Qué motiva y guía su discurrir por este mundo? ¿El deseo, la pasión, la inspiración, el deber, la belleza, la ambición, la imaginación? Llámese Dalinal o entusiasmo, energía, interés o bien, amor, su dosis constante y autoadministrada genera un efecto particular y único: la felicidad. Considérese ésta como cotidiana o extraordinaria; dosificada o sublime, la felicidad es un fenómeno autoreferencial pues, al tiempo que se crea, da las condiciones para que se busque nuevamente. Es una situación propia de la reinvención, la creatividad, la imaginación y la capacidad de entrever entre lo cotidiano y más cercano; aquello que aporta innovadoras formas de percepción, inquietantes ideas y pensamientos a discutir o que reafirma sentimientos y les potencia.

En lo personal, coincido con las palabras de Billy Corgan, otro genio, pero de la música, cuando dice que el amor es la energía a través de la cual todo lo demás es creado[2]. Finalmente, es el amor y la posibilidad de sentir lo que nos homologa a los humanos y nos da un sentido como entes en el mundo. La manera en que se experimenta ese amor definirá la forma en que cada individuo es capaz de alcanzar la felicidad. Los caminos, tal como Borges ilustraría, son infinitos al igual que las posibilidades y, si bien cada uno de ellos requiere de toma de decisiones y elección entre alternativas, la construcción del entorno de uno mismo es quizá la magia detrás del Dalinal, el derecho a ser, en la locura o la razón, en la esperanza o la acción, en la entrega o el deseo.

[1] Inicio de cuestionario tomado de Dalí, Salvador. Publicidad de “Dalinal”, exposición Cultura de Masas: Salvador Dalí. Barcelona, España. 2004
[2] En su texto original: “Love is the energy behind which all is created”, cita de la canción 17 de The Smashing Pumpkins en su disco “Adore”

viernes, noviembre 11, 2005

Ismael Serrano

Un escenario al aire libre. Tenemos que lograr pasar estas cabezas que no nos permiten acercarnos a quien acaban de presentar. Alzamos un poco la vista y podemos finalmente distinguirlo. Las tarimas negras, un marco de metal (que sostiene la iluminación y las bocinas) dan una forma acogedora al lugar. La imagen es absorbente: el humo viaja y se desliza sobre él, las luces amarillas apenas lo rozan y su cabeza está agachada. Él, sentado sobre una silla alta reposa un pie en el descansillo y el otro lo coloca en el piso apoyando la guitarra de manera inclinada y completando la visión. Respiración, preparación, concentración. Lo que sigue es una genial sucesión de frases y notas que constituyen una canción.

A mí me queda observar, corear y vibrar.
*
Quisiera encontrar una formula que me permita transmitir los efectos de esos momentos. Una toma en el cine puede presentar la imagen, pero no necesariamente lograr completar la visión: el efecto que tiene ese instante. Las letras permiten enunciar el sentimiento, pero no me alcanzan para definir y describir el entorno en general.
*
Hace tiempo que no reposaba mi ser en mis recuerdos del 11-M. Hoy Serrano le cantó y lo reviví... nuevamente una extraña mezcla de impulsos que me hacen difícil tragar saliva.

martes, noviembre 08, 2005

París


Varios comentarios:

1. Curioso, pero hasta el crimen/desecho tiene su toque estético
2. En mi cabeza se van apilando uno con otro cualquier argumento para encontrarle lógica a una u otra parte en el conflicto parisino. Creo que aquí aplica la idea weberiana de comprender todo, más no perdonarlo todo.
3. Me viene a la mente una frase (coincidentemente citada ayer ;) águilas) de Xavier Velasco en su libro Diablo Guardián, que dice: "toda la gente que se propone enderezar el mundo, lo que en realidad quiere es enchuecarlo a su manera" (Ed. Alfaguara, 2003: 244).

lunes, noviembre 07, 2005

Una tonada



Ya que Ismael Serrano nos hará el honor de visitar Monterrey este próximo 10 de noviembre, me permito compartir una canción que desde la primera vez que escuché me resulto significativa -por mucho más que la identificación con el nombre-.

Ana, es tan corta la vida,
y son tantas despedidas
llenas de promesas vanas.

Ana, ¿qué será de nosotros
cuando caigamos y otros
ocupen nuestro lugar?

Ana, ¿dónde será la batalla
próxima en que perdamos
la guerra contra la soledad?

Ana, volverás a escuchar
las piedras que contra tu ventana
lanzó la felicidad.
Lanzó la felicidad.

Ana, es tan corta la vida,
quizás me vuelva mentira
y no te conozca mañana.

Ana, cuando te esconda un abrazo
recuerda entonces el año
en que forjamos la paz.

Ana, quizás me marche y no vuelva,
quizás me muera y no tengas
que maldecirme jamás.

Ana, te veo y me declaro culpable
de desear tu presencia
más que desear la paz.

Ana, ¿qué hago yo con mis canciones,
con el manojo de escarcha,
con mis ganas de matar?

Ana, ¿qué hago yo con las montañas
de papeles que he firmado
jurando morir o amar?
Jurando morir o amar.

miércoles, noviembre 02, 2005

Rulfo

He leído Pedro Páramo más de una vez. La primera, a mis 15 años, me dejó entre confusa y sorprendida. La estructura narrativa captó la mayor parte de mi atención y era un deleite ver cómo se acomodaban y conjugaban todos los narradores, todas las visiones. La segunda fue en alguna de mis malas clases de literatura de la carrera -recuerdo cómo se desaprovechó la discusión de tan tremendo libro. Recuerdo también lo hondo que llegó en mí lo social del libro, la cuestión agraria, el fenómeno de la Revolución. Pero hoy, mientras escuchaba a los actores narrar y vivir el libro saboreé cada una de sus frases. Este es un libro poético, con metáforas que fascinan, con un lenguaje cuidadosamente empleado que describe las emociones como si el lector las viviera. Los pesos de los sentimientos, las angustias, las vivencias de los personajes fueron inundando el espacio hasta envolvernos a todos. Hay diálogos que comunican más que una descripción del entorno ("crepúsculo sangrante"), que indican más que un estado ("Por encima de él sus pensamientos se seguían unos a otros sin darse alcance ni juntarse."// "Yo tengo guardado mi dolor en un lugar seguro"), que desgarran ("no era posible calcular la hondura del silencio que produjo aquel grito").
Juan Rulfo logró crear en esas páginas lo que muchos buscan apenas tocar: la belleza.